En una sala de prensa vacía, en un mediodía que arañaba la tarde, decano.com mantuvo su primer contacto con Juan Manuel Díaz.

Desde la época en que aquel botija que pretendía ser el “Juanchi” González perforando redes en los patios del Colegio Pío hasta este presente que lo encuentra marcando el lateral izquierdo de Nacional no se han sumado solamente años. La mochila de Juan Manuel Díaz también se ha cargado de los más variados acontecimientos, entre los que se cuentan una Copa Libertadores, una final del Mundo, el descenso a la “B” con un grande de Argentina, el histórico primer gol de ese River en el Nacional B y una rebelde pubalgia que lo tuvo a mal traer en los últimos meses.

Juan Manuel era un gurí común de barrio, que a pesar de ser un buen estudiante “aplicado, callado, que no hacía problemas” según el mismo relata, siempre tuvo claro que su destino iba a ser jugar al fútbol. «No me imagino en otra cosa. Desde chico me gustó el fútbol y deposité todas mis esperanzas en esto que es lo que me gusta».

La ilusión futbolera de Díaz se inició en el barrio de Sayago, concretamente en Racing «hice todas las divisiones juveniles en Racing. En mi primera etapa en -en sexta y séptima- , cuando se dan muchos cambios, más que nada en lo físico, no tenía casi lugar. En esas categorías, jugaba de «9». Al ser de complexión pequeña se me complicaba bastante, entonces decidí probar suerte en otros lados. Fui a Sud América, donde ya conocían a mi hermano que había pasado por las juveniles y eso me facilitó el ingreso. Estuve practicando un tiempo hasta que me di cuenta que la situación era muy similar a la que me había tocado vivir en Racing. También intenté en Bella Vista. El técnico me llevó a dos o tres amistosos pero nunca me probó, por lo que decidí regresar a Sayago a pelear un lugar. Ya los técnicos y los compañeros me conocían y completé todas las juveniles ahí hasta mi debut en primera, donde jugué todo un torneo antes de pasar a Liverpool»

Díaz ya me había contestado –sin necesidad de plantearla- la interrogante de si su lugar en la cancha siempre había sido en la zaga. Ahora quería averiguar cómo y cuándo había llegado a ocupar esa posición. “En Quinta pude tener más participación. Empecé a jugar de lateral y era titular» relata Juan Manuel, pero ¿cómo fue a dar ahí? «Era delantero. Uno de los pocos zurdos que había en el plantel” aclara y continúa: “en una oportunidad expulsan al lateral izquierdo y como yo era el único zurdo que quedaba, el técnico me preguntó si me animaba a dar una mano en ese sector. Con tal de jugar lo hacía en cualquier lado. Me sentí cómodo en esa ubicación ya que participaba más en la elaboración del juego. Tenía más contacto con la pelota. Me gustó la experiencia, por lo que decidí continuar en esa posición y me fue bien»

Los de afuera ¿somos de palo?

Con el transcurso del tiempo vamos entrando en confianza. Le pregunto si no considera que los laterales son una especie de “cenicienta” del fútbol, condenados a no adquirir gran relevancia, salvo contadas excepciones. Coincide conmigo y ensaya una explicación «no solo los laterales, creo que en general los jugadores que van por fuera no son valorados tanto como otros que quizás, en el transcurso de los 90 minutos no tienen tanta participación, pero que terminan teniendo una actuación determinante. Bien convirtiendo, haciendo un quite o una atajada salvadora.

A nadie le gusta jugar por afuera porque son las posiciones que tienen mayor desgaste físico. Personalmente he notado la diferencia al haber jugado de central en alguna ocasión. Al lateral se le exigen grandes recorridos. Tenés que llegar al fondo rival y si surge el contragolpe, volver a tu campo a cubrir. Muchas veces la gente no advierte la función táctica. Llegar al cierre o tratar de ser apoyo en la salida«.

Se me ocurre que –de alguna manera- Rodolfo Arruabarrena debe sentir cierta complicidad con él, al haber ocupado la misma posición en la cancha. Le pregunto si ese hecho es importante para él. Reconoce que » no solo para mí, sino para todos los defensores. El conocimiento que tiene Arruabarrena de los movimientos tácticos en defensa -lo que son cierres y coberturas- los transmite para que los apliques».

El mal que me aqueja

No estoy en la tribuna ahora, donde uno se permite juzgar sin cuestionamientos el desempeño de un jugador. Lo tengo ahí, al lado mío, recién salido de la ducha luego de finalizada la práctica de fútbol en el Parque. Tengo tiempo para reflexionar y recordar aquella lesión con la que llegó a Nacional, donde estaba siendo esperado desde hacía –al menos- dos períodos de pases. Reflexiono sobre sus primeros partidos con la tricolor, en los que dejó gusto a poco y parecía que no habría de afirmarse en la titularidad. Recuerdo sus intervenciones más recientes y debo reconocer que su rendimiento ha tenido una evolución considerable. Seguramente a la par del de su dolencia. Le pregunto acerca de esto. «Me pasó que llegué arrastrando esa lesión -que fue lo peor que me pasó en el fútbol- una pubalgia que me llevó alrededor de un año para superarla. A veces siento alguna molestia, pero nada importante.

Desde que llegué no me había dejado trabajar tranquilo. Siempre cuidando para no empeorarla, pero a partir de esta última pretemporada ya pude thacerlo a un cien por ciento. Me siento mucho mejor físicamente y eso me permite aplicarme más los fines de semana. Había movimientos que la lesión no me permitía hacer que ahora los puedo realizar libremente. A partir de ahí entré a ganarme confianza y sentí el apoyo del cuerpo técnico y de los compañeros que me hicieron notar que le estaba sirviendo al equipo. Sé que todavía estoy en el debe en lo que debe ser mi desempeño aplicado a un equipo grande. Tal vez en otro equipo te podés limitar a cumplir una función de marca, pero en un grande tenés que dar un plus. Confío que a partir de ahora voy a poder ir agregando cosas a mi juego».

Sos de la “B”

No todos los días uno tiene la posibilidad de hablar con alguien que integró el equipo de un grande histórico y lo acompañó al descenso. Imagino que fue una situación inesperada. Me comenta que  «fue muy raro. Me tocó llegar a un River que había hecho una mala campaña con Simeone, en la que terminó último. En la segunda parte del año salimos quintos. Entrábamos a Copa Sudamericana incluso, pero debido a la forma de disputa del campeonato argentino nos tocó enfrentarnos en una promoción a Belgrano, que venía en alza anímicamente y nos tocó perder. Creo que la definición la perdimos en Córdoba. El técnico quiso apostar a jugadores jóvenes nacidos en el club -en lo personal considero que era el momento para gente con experiencia- y dejó afuera a futbolistas como Maidana, Acevedo, Pavone. Todos jugadores que en ese momento podrían haber aportado más que los chicos, que si bien eran deportistas de calidad y con mucho futuro, no era el momento para ellos».

Repetir la Copa

Antes de jugar en el Nacional B argentino había sido Campeón de la Libertadores con Estudiantes y disputado una final del mundo. La pregunta es obvia ¿Qué significó ese momento, el estar en lo más alto del continente? «La Copa fue lo mejor que me pasó. En el momento quizás no te das cuenta, pero con el tiempo lo valorás. Me encantaría repetir. Siempre dije que me gustaría volver a pisar fuerte en una competencia internacional y sería un sueño hacerlo con la camiseta de Nacional».

Durante la charla evité la mención a Nacional y su condición de hincha. No es un secreto para nadie e intuyo que él también evita sacarse cartel con eso. De todos modos siento la obligación de abrirle la puerta e invitarlo a hablar de su vínculo con el club. Encuentro la excusa con un argumento trillado, el del gol contra Rentistas. Me dice que «de chico soñé siempre en jugar en Nacional. No sé si dentro del sueño estaba el hecho de hacer goles, pero sí el estar acá. Afortunadamente lo pude cumplir. El que me haya tocado hacer un gol -máxime en las condiciones en que tocó convertir- es un hecho que hasta el día de hoy estoy disfrutando».

La de Juan Manuel Díaz es otra historia de esas que tienen un presente feliz. Trabaja de lo que le gusta en el lugar que quiere. Esperemos que este presente se prolongue en un final feliz que lo tenga como protagonista de su segunda Libertadores. La cuarta del equipo de sus amores.

Ernesto Flores
decano.com

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