Nuestra reflexión sobre los hechos de violencia que han retornado a los primeros planos.
El 12 de junio de 1994 no fue un día más para la sociedad uruguaya. Ese domingo, de clima gris, habría de oscurecerse cada vez más por el asesinato cobarde y en patota de Diego Posadas, un adolescente de tan solo 16 años. Fue minutos antes de jugarse un clásico.
No se necesitaba ser muy lúcido para saber que, más tarde o más temprano, esa violencia iría en aumento, acompañando la pérdida de valores -que han caído en picada- en la sociedad. También era fácil pronosticar que las víctimas no tendrían siempre una misma camiseta.
Desde ese día hasta hoy, mucho se ha escrito, más se ha dicho, pero la violencia no ha parado de escalar. Ya no alcanza con separar a las hinchadas, ni jugar sin hinchas visitantes, porque la violencia está instalada en todo el país y se hace visible en cualquier momento y lugar. Los hechos lo confirman, empecinadamente.
Nosotros, Decano, como colectivo, no sabemos qué hacer ante esto; tampoco qué decir cuando las palabras no alcanzan y las ideas confirman, una y otra vez, que no funcionan.
Por supuesto que en un colectivo tan amplio como el nuestro, no hay unanimidades. Las discusiones que se dan sobre estos temas en nuestra interna son las mismas que ocurren fuera, entre amigos o compañeros de tribuna, en las redes, etc. Por eso, si alguien está buscando una opinión definitiva de Decano sobre estos asuntos, aquí no la tendrá, y seguramente nunca exista una.
Lo que si podemos asegurar es que seguiremos actuado con responsabilidad, pensando y discutiendo cada paso importante, analizando cada posteo publicado en El Talud y cada una de nuestras acciones, porque, es bueno decirlo una vez más: cada cosa que hacemos forma parte de un todo y de una política discutida y definida en colectivo. Por supuesto, no tenemos unanimidades ni estamos vacunados contra el error. Siempre vamos a estar dando algún paso en falso, pero minimizando los riesgos y siempre prontos a corregir y sin ninguna vergüenza por ello.
Antes de escribir estas líneas nos hicimos una pregunta a nosotros mismos: “¿Alguna vez los manyas han acusado a Decano de promover la violencia, así sea con alguna boludez? ¿Alguien recuerda algún hecho?” La respuesta fue silencio; nadie recuerda una acción de nuestro equipo que haya sido considera violenta por nuestros adversarios deportivos. Algunas veces, los nuestros lo han hecho, pero cuando nos dieron la oportunidad de explicarnos, han terminado entendiendo nuestros motivos. Si bien este proceder no nos blinda, si nos da tranquilidad de conciencia.
Parte de esa política, no escrita, dice que nunca vamos a tirar la primera piedra, pero también que no pondremos la otra mejilla.
Ahora, ¿todos los actores del fútbol pueden decir lo mismo? ¿Han hecho lo posible para evitar la escalada de violencia?¿Nadie alentó, por acción u omisión, que volvieran las muertes al deporte? De alguna forma, ¿esto no se veía venir?
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