El Talud

Me acuerdo como si hubiese sido ayer. Esa remontada histórica en la hora con un gol de esos que hacen que el fútbol sea pura magia. Veníamos de un 5 a 0… ¡Qué triste fue! No estaba en el estadio el día de la lotería porque me tocaba trabajar, pero todavía recuerdo la cara de mi jefe cada vez que se acercaba a decirme el resultado parcial del partido. Era manya, de esos que acompaña, de esos que vibra y canta. Esa tarde tenía una sonrisa dibujada de esas que significan burla, un tonito jocoso en su voz y el pecho inflado por la goleada. Yo veía el goce en sus ojos, él seguramente veía desazón en los míos. Me fui, caminé un par de cuadras con la cabeza gacha, hasta que empecé a ver camisetas y camperas de Nacional por la calle. Esos hinchas llevaban orgullosos sus colores, y yo caí en la cuenta de que esto es fútbol y tiene revancha. Revancha en la cancha. Y llegó. Ese domingo 9 de noviembre fui al estadio. Tribuna América, zona de prensa. Elegimos ese lugar porque es neutro. Dos hinchas de Nacional y un hincha de Peñarol mirando juntos la mayor fiesta del fútbol uruguayo. A pesar de que se había acabado hacía años la Olímpica compartida, nosotros estábamos ahí, compartiendo la pasión por este deporte y el amor por distintos colores. Perdíamos 1 a 0 y el partido se iba. Mis ojos llenos de lágrimas conmovían a mi ex novio; él estaba feliz por el triunfo, pero entendía mi tristeza y la de su mejor amigo, que miraba desolado el campo de juego. No sé qué pasó después, no me acuerdo como fue el gol de Seba Fernández pero lo gritamos como enfermos. Estábamos en los descuentos y pitaron una falta a favor de Nacional. Era lejos del borde del área, pero estaba el Chino Recoba en la cancha. El de los goles olímpicos, el de la clase, el de la magia. Tardó horas en acomodar la pelota, miró fijo el arco rival que tenía a la hinchada de Peñarol detrás. Nos paramos, no recuerdo quién, pero alguien dijo “lo hace”. Y lo hizo. Lo que vino después fue pura emoción. Me abracé en un grito de gol de esos que sirven para liberar tanta tensión acumulada. No podíamos entender lo que estaba pasando. Recuerdo a Migliore volar y ver como se le colaba esa pelota contra el palo. Y ahí estaba mi ex novio, mirándonos a su mejor amigo y a mí. Yo sé que le dolió, pero también sé que se conmovió con nuestra alegría. Porque de eso se trata el fútbol. De entender que la pasión por este hermoso deporte es única pero que se puede amar otros colores. No sé si el entendía lo que nosotros sentíamos, pero podía imaginarlo de la misma forma que supe imaginarme yo lo que le generaba ese 5 a 0 a mi jefe. Nos fuimos los tres juntos del estadio. La alegría me duró días y él supo respetar mi momento de gloria. Cada vez que recuerdo ese gol me erizo; cada vez que leo sobre violencia en el fútbol me indigno. Porque ¡qué lindo es el fútbol cuando se vive así, poniendo el amor a las personas por encima del amor a los colores! Magui Montes de Oca #80213. Hincha rabiosa de Nacional.