Por decano.com
27 Jun 2014
Impunidad

El error es nuestro, de los hinchas, de los incondicionales, de los que aún vivimos el fútbol con la pasión de un juego, como si se nos fuera el honor en ello.

Desde hace varias décadas que el fútbol profesional dejó de ser un deporte, un simple juego o un espectáculo de esparcimiento. El fútbol es lisa y llanamente uno de los negocios más grandes del mundo y como tal tiene las mismas características que todos los otros negocios opulentos: intereses creados, luchas de poder, corrupción, manejos oscuros, impunidad.

Una simple anécdota sirve para ilustrar lo que genera este gran negocio: cuando la FIFA eligió a Brasil como Sede de esta Copa del Mundo debió negociar la cantidad de Sedes porque –quien fuera en aquel entonces presidente del país norteño- “Lula” Da Silva quería que fueran quince y a los directivos de la FIFA les pareció demasiado onerosa la inversión que el Estado debía hacer para contar con esa cifra. Algo así como un “robemos pero no tanto, no hay necesidad” y finalmente fueron doce. Nuevamente, intereses creados: los del Gobierno brasilero, los del máximo ente del fútbol mundial y en el medio, los de todos aquellos que podían llevarse una tajada.

Algunos de los Estadios –todos producto de inversiones multimillonarias- se encuentran en medio de ciudades y/o barrios con todo tipo de carencias: de infraestructura, de accesibilidad, de seguridad para sus habitantes- y jamás volverán a ser usados porque esas ciudades ni siquiera poseen un equipo en la máxima división del fútbol brasilero. Para llegar al Arena Castelao en Fortaleza, por ejemplo, debieron construir además una ruta nueva, de primer mundo, que llama la atención porque contrasta con las calles de tierra de alrededor y con la pobreza que rodea a ese símbolo de la opulencia.

Ese mismo organismo que se lleva la mayor tajada de este “gran circo mediático” que es el Mundial, que recibió infinidad de denuncias de corrupción que jamás serán investigadas y que fue “generosamente” exonerado de todo impuesto por parte del Estado brasilero sancionó hoy a Luis Suárez aduciendo cuestiones ejemplarizantes, morales y éticas.

¿Suárez se equivocó? Sin dudas. ¿Debía ser sancionado? Seguramente.  ¿Giorgio Chiellini quiso sacar ventaja de los antecedentes de Suárez exagerando una agresión y la FIFA aprovechó la situación para dejar a Uruguay –un país chico, un mercado diminuto- sin su mejor jugador? Y sí, ya lo decía el tango Cambalache hace casi un siglo: “El que no llora, no mama,   y el que no afana es un gil”. 

Cecilia Ocretich

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