La grandeza no se compra

Volverás a ver la Bandera de la Gente, bajando majestuosa por sobre el cemento del Centenario, escenario de tantas conquistas tricolores.

Te abrazarás con tu compañero de al lado, sea amigo o desconocido, un hermano bolso al fin.

O tal vez la veas por primera vez, porque ante Toluca no pudiste estar y la historia te reservó esta emoción para sacudirla ante el Atlético.

Mañana estarás pendiente de los movimientos de Scotti y de Guillermo De Los Santos en ese fondo nuevo y tal vez te extrañe no ver al Mariscal con los cortos, adentro o en el banco, pero “de jugador”.

Seguramente el reconocimiento al “Levantacopas” te arranque el segundo, o tercer aplauso de la tarde que harás extensivo a Diego Godín y al botija Santiago Urrutia.

Mañana tendrás el esperado regreso de Pochola y te entusiasmarás con un mediocampo “fatto in casa” junto al Mama. Porque nunca serán “Calzada y Arismendi”. Para vos, para mí y para bastante más que la mitad del país son “el Mama y la Pochola”.

Comentarás con tu vecino sobre el acierto de retener a Iván Alonso y elaborarás en tu cabeza todas las combinaciones posibles para que en dos lugares entren el Canguro, Alonso y el Morro. Porque el Flaco Fernández ¡tiene que estar! Si se lo ganó a clase desde el arranque, en aquel clásico ¿te acordás?

Y sabés que De Pena viene pidiendo cancha hace rato y te darás cuenta que Mascia y Cavallini empujan. Y empujan fuerte.

Ni siquiera vas a mirar hacia el arco ¿para qué? Si el sentimiento pudo más y el Flaco Bava se quedó.

No verás –para tu alegría o tu desazón- la discutida línea de tres. En cambio, dos viejos conocidos, Juan Manuel Díaz y Pablo Álvarez, ocuparán su lugar en los laterales.

Repasarás los últimos acontecimientos. La reciente llegada de Ignacio González y la falta de ese zaguero que, viéndolo, tal vez quisieras que fuera Godín nuevamente.

Tu mente viajará a mil por hora recordando otros equipos, otros partidos y otros escenarios. Tu corazón pulsará más rápido que tu mente, como queriendo alcanzarla para invitarla a sentarse. O a saltar. Esperando ese momento en que la camiseta más laureada vuelva a pisar el césped. Seguro que te va a dibujar una sonrisa.

Miguel Ángel Rey
decano.com