Correr, remar, amar

“A veces, que parezca que tienes cuatro piernas en lugar de dos”.

Correr para llegar con tiempo en un nuevo clásico esta vez entresemana. Correr con el trabajo y los avatares de la vida a cuestas después de una semana muy complicada, para el bolso y para mí. Correr para que cada pelota no sea del rival; ver a los de blanco correr para dejar el alma, a veces mas intempestivamente de lo que deberíamos. Correrme de lugar en el segundo tiempo para cambiar, por las dudas. Remar cada jugada con el corazón, remar para que no se nos haga tan cuesta arriba un gol abajo.

Remar el partido desde la tribuna con el reloj martillando en mi cabeza y sin tratar de mirarlo en la pantalla. Remar la impotencia de las jugadas que no se daban. Remar con la defensa que se puso los remos en las piernas y no dejó pasar otra. Remar con la hinchada cantando a mi izquierda y remar para que el corazón se quede un cacho más tranqui. Remar y quedar con uno menos a falta de una vida. Remar para no calentarme demasiado

Amar el esfuerzo y el desgaste de esos que algunos dijeron que no eran jugadores de clásico. Amar que no se bajaran los brazos, que las piernas no pararan y que las bocas no se callaran. Amar que no se notara una vez más ser visitante.

Amar que cambié mi pañuelo que llevaba en la cartera y que nunca desplegué pero que apreté desde el segundo tiempo en mi mano izquierda y en el minuto 91 cambié para la derecha casi sin pensarlo. Amar ver el arco aquel sacudirse, sacudirme y sacudirte otra vez en los descuentos. Amar al puñado blanco amontonado allá a la distancia. Amar la alegría después del dolor de la semana. Amar que estuve en otro clásico sentada al lado del que amo y amar que invoqué al de cuatro patas que me dejó para volar al cielo adonde ahora estoy elevando mis brazos. Amar que mi hija, que no pudo venir , le prendió una vela en su foto y le dijo: “Ayudános.” Amar que sabemos que aunque no jugamos como queríamos nunca dejamos de correr y remar. Amar estos colores.