Por Fermín Solana
5 Mar 2018
#AbdonLeyenda

Abdón Porte: la vida misma por los colores.

Cuando uno crece en una familia tricolor de pura cepa hay leyendas cuasi mágicas que desde chico va adjuntando en el inconsciente. Y así como nuestros ancestros nos hacen saber de toda la vida, con más o menos detalles, que hubo un día que Nacional le hizo 10 goles en una misma tarde a su tradicional rival (6 en primera, 4 en reserva), los más jóvenes también incorporamos temprano la noción de que existió un capitán-mártir que se quitó la vida por amor al Club.

Hoy hace 100 años del día en que Abdón Porte cometió su acto fatídico, aquel que terminó de otorgar el carácter místico, digno de verdadero templo deportivo, al escenario de La Blanqueada en el que nos congregamos cada vez que la localía nos llama. Llevo años, como tantos, buscando desde la tribuna al fantasma del Indio Abdón en el centro de la cancha del Parque Central, ahí donde, con el correr del tiempo nos fuimos enterando que primero brilló y más tarde se pegó un tiro, porque su carrera se acercaba al ocaso.

La historia indica que Abdón había llegado a Montevideo desde su Durazno natal en 1908 para jugar en el club Colón. Después de una temporada ahí, seguida de otra en el Libertad finalmente llegó a Nacional en 1911. Como mediocampista de vocación más bien defensiva, “tenaz, férreo”, vistió nuestra camiseta sin interrupciones durante siete años en los cuales se cansó de acumular copas como capitán del cuadro.

No solo fue campeón uruguayo en cuatro oportunidades, sino que además obtuvo nada más ni nada menos que seis trofeos rioplatenses (Copa Aldao, Copa Competencia Chevallier Boutell y Copa de Honor Cousenier), los certámenes de clubes más prestigiosos de la época a nivel continental. En 1917 llegó a integrar el plantel que ganó la Copa América jugada en Uruguay.

Su especialidad, señalan las crónicas de aquel entonces era, además de la marca, el juego aéreo. Con la cabeza la ponía donde quería. Fue, además, un jugador noble del que se recalcó su fair play (“manso en la cancha aunque lo rompieran a patadas”) y su entrega incondicional en el campo, la que lo llevó a completar partidos aún estando lesionado, actitud esta que le valió el afecto de los hinchas para quienes se tornó el símbolo del equipo.

“El día que no le pegue, me pego un tiro en el Parque”, se dice que llegó a anticipar el lungo ‘centre-half’ en su entorno, sin que nadie lo creyera realmente capaz. Hasta que llegó aquella madrugada del 5 de marzo, cuando después de festejar un último triunfo con sus compañeros se dirigió al Parque, cargando un arma y una carta de despedida, dirigida al presidente de la institución, el Doctor José María Delgado.

"Querido doctor y presidente: le recomiendo a mi vieja y a mi novia. Usted sabe, mi querido doctor, por qué hago esto. ¡Viva el club Nacional!" Y más abajo estos versos: "Que siempre esté adelante El club para nosotros anhelo Yo doy mi sangre por todos mis compañeros. Ahora y siempre el club gigante ¡Viva el club Nacional!”

Pidió además que lo enterrasen en el cementerio de La Teja, el mismo en el que ya descansaban los hermanos Céspedes, “Bolívar y Carlitos”, próceres tricolores.

“Nacional era su ideal, lo amaba como el creyente a su fe, como el soldado a su bandera”, supo decir acerca suyo Numa Pesquera. Palabras con las que el que fuera Presidente del Bolso entre 1923 y 1925 buscó justificar el porqué de una decisión como esa, romántica a un nivel que incluso hasta a los más fanáticos nos cueste entender del todo.

¿Qué lo puede haber llevado a hacer una cosa así? La única respuesta pasa por el grado de adhesión que el Indio sintió por los colores, el más grande que un jugador haya llegado a experimentar por un club en la historia de este deporte. Y lo que Abdón representa para nosotros bolsos, es un parámetro de cariño y lealtad. Es que cuando a AMOR por la camiseta nos referimos, el Indio puso la vara más alta que ningún otro. Es en honor a su sangre que vibramos, es por ella que volvemos una y otra vez.

No en vano, al final de su carta, su entrega por la causa se tornó poesía y con ella terminó de comprometernos para siempre en esta hermosa causa:

«Nacional aunque en polvo convertido / y en polvo siempre amante. / No olvidaré un instante / lo mucho que te he querido. / Adiós para siempre.»

Fermín Solana
 




SEGUINOS

Crear una cuenta



Ingrese a su cuenta