Por Recibimos y publicamos
14 Abr 2014
Cecilia

Hace unos días compré en la sede una bandera nueva. Todavía ayer estaba sin salir de su envoltorio original.

No sé si fueron nuestras virtudes, que al fin parecimos  encontrar después de los desacomodos anteriores las que se acomodaron en la caja con las falencias de ellos para formar el puzzle  o quizás la sobrestimación que circulaba  de antemano fue demasiada, pero ayer  las razones no me importaron  como hoy no me importan, tendremos tiempo a partir de mañana de pensar en lo que viene.+

Necesitábamos los hinchas un respiro, un soplo de vida en los corazones que venían aguantando un cimbronazo tras otro. Y venían a darnos el cimbronazo final mientras los agoreros de turno se frotaban las manos.

Sé que me dirán que con un partido no alcanza y que debiera ser siempre así,  pero los hinchas del fútbol morimos cuando el silbato suena  en el final y revivimos cuando vuelve a sonar en el principio del que viene.

Me acordé antes del partido que hace tiempo había comprado una bandera nueva en la tienda de la sede, la desenvolví y la guardé en la cartera. Con ese trofeo salí a la guerra, me encaramé a un caballo imaginario y salí otra vez al cruce de lo inesperado, a esa batalla de ser a la vez fanático y racional en esos noventa minutos de estática competencia conmigo misma desde mi asiento y donde a veces quisiera ser como los que no tienen ese problema porque de espaldas al campo  y sin mirar lo que allí pasa, alientan por igual se gane o se pierda. Sin embargo la racionalidad nos dice que debemos analizar los porqués.

Sin analizar demasiado lo redundante y sabido sin embargo me senté dispuesta a que no me robaran otra vez esos noventa minutos y mientras el partido transcurría me dije a mi misma que no me los iban a sacar. No esta vez. Froté las manos en señal de: estoy preparada.

No sé si fue la bandera o la tozudez de mi ceño fruncido o mi puño apretado lo que apartó a los pronósticos climatológicos y futboleros, el caso es que me fui de la batalla con los tres puntos entre juego de cruces y cruzamientos de juego,  y cuando el juez decretó mi muerte temporal ya  quedé a la espera del próximo renacimiento.

Cecilia810


Cecilia 810

Cecilia es la lectura más esperada después de cada partido. Un bálsamo en los momentos difíciles y un tónico para acompañar la euforia




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