Por Ernesto Flores
23 Dic 2020
El5

El “5” es, como el tango, un corte y una quebrada.

El “5” en Uruguay es una institución dentro del fútbol. El viejo centrojás, el volante central, el eterno “patrón del medio” que juega a ritmo de tango, cuadrado, casi previsible. De él se espera que sea bien “macho” como la música erigida desde el lupanar para el mundo, pero que no le falte la sapiencia para la filigrana, el dibujo rápido y hasta a veces, casi como pidiendo permiso a la brusquedad, la pisadita. El “5” es, como el tango, un corte y una quebrada. 

Es Camejo apilando rivales de manera inesperada como preámbulo del gol de Guigou, es Ostolaza imponiéndose a todos y a todo para forzar los penales, OJ saltando antes y más que rivales que le sacan una cabeza, el “Mudo” sacudiendo, advirtiendo y parando la pelota y las ínfulas del adversario en la mitad de la cancha. Es Abdón entregando todo, literalmente, hasta el último suspiro, es Zibechi quitando y distribuyendo magistralmente el juego para asistir a cada uno de los delanteros en Colombes. Es el Rafa distrayendo y “haciendo entrar” a Migliore un minuto antes del paroxismo. El “5” es prudencia y rebeldía, pausar y reventarla. Es, en definitiva, el corazón del fútbol uruguayo. Ese fútbol que inventó el Club Nacional de Football y salió a mostrarlo orgulloso al mundo. 

A un mundo que supo copiar los anticipos de sus laterales, las escapadas de sus punteros, la repentización de sus centrodelanteros, la técnica de sus arqueros, pero que jamás consiguió clonar al viejo “centrojás”, ese que crece en los campitos, regado por vaya a saber dios que mistura. 

Ernesto Flores

Foto: Alamy





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